jueves

La manzana cuadrada

Excepto Iuri, todos tienen la noche en sus ojos. Algunos, los que tienen los párpados más vencidos, sólo adeudan el sueño de la noche anterior. El resto, con ojos que de tan abiertos parecieran estar a punto de caer al piso, no recuerdan el último día que durmieron. Se les aparece borroso. No tanto por su distancia en el tiempo, sino por una maniobra subjetiva. Saben que la acumulación de cansancio que sus ojos abiertos niegan, se desplomará entera en su cuerpo ni bien pisen sus cabezas una almohada. Pasado el primer día sin dormir, después es más fácil esquivar el sueño. Y la postergación de la escena del descanso, vuelve cada vez más difícil su armado. Uno se vuelve cada vez más quisquilloso con la cama. De eso está hablando César, de sus dificultades para dormir. Dificultades que cree haber resuelto. El problema era la cama. No me gana, no me tumba. Lo único que me dobla es el asiento. No se paga alquiler y ni frío se pasa, ¿qué mejor calefacción que tener el ojete sentado todo el día?

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Es de noche porque aún no es de día. El sol -aglomeración despareja de sombras- no logra desvestir de oscuridad a las hamacas quietas, la arena desordenada por los juegos del día anterior, la vegetación de árboles deshojados y pasto postizo. Espacio doblemente constreñido. En su interior, a los límites impuestos por los senderos que hacen desfilar el paseo. Y en su exterior, a los designios municipales dispuestos para una plaza. En el borde sur del cuadrado, hay un grupo de hombres reunido alrededor de un carrito atestado de termos plásticos.

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Por supuesto que nadie responde. César tampoco espera devolución de aquel público diezmado por la batalla laboral. Le interesa gritar, decir, escucharse diciendo lo calienta. Decir cosas que piensa mientras yira en el taxi vacío. Aunque los demás estén enredados en sus propios pensamientos, que ni pensamientos son, por lo desordenados. Retazos de palabras, o mejor, recuerdos que permiten estar al menos prendidos a la vigila. Embarcados en esa lucha personal, nadie puede ofrecer su atención. A esa hora se da sólo lo que se tiene, el silencio. Y es todo lo que César exige. Todo lo que esas palabras necesitan para ser dichas. Así reunidos sin escucharse ni mirarse, se acompañan.

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Los vasitos plásticos desprenden un humo débil. Con el vapor asciende el olor a café. Es una certeza deudora de una astrología que tiene ya trece años. Entonces Iuri, abandonó Ucrania. Una maniobra política del gobierno argentino y el engaño de una equivalencia inexistente entre nuestra moneda y la norteamericana, alentaron su abandono de la desocupación. A los pocos días de llegar aquí, gastó los pocos pesos que traía en nueve termos plásticos, un carrito y tres bolsas de café. En igual medida colaboraron en su decisión la escasez tanto de capital económico como su capital simbólico. Sin dinero para el diccionario, las palabras de castellano que podía intercambiar eran tres: me llamo Yuri. Su verdadero nombre Iuri, sonó Yuri en la boca del primer argentino que conoció. Agradecido, lo aceptó como el mejor bautismo y bienvenida que una patria le puede ofrecer a un extranjero. En sus primeros días en la Capital, le sorprendieron la proliferación de dos comercios: los cafés y los puestos de flores. Incomprensible. De la condensación de esos dos elementos surgió la genial idea de la venta de café ambulante. Apoyar el negocio en la imperennidad de un hábito social, tomar café. Y de las flores, su lenguaje: el olor. No hace falta hablar castellano para oler el café.
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Aunque bromee con lo del asiento, para César no es del todo chiste. Después de una fuerte pelea con su señora, decidieron demasiado rápidamente separarse. César juntó algo de ropa y se fue sin despedirla ni a ella ni a su hijo. Las horas siguientes manejó y fumó, a veces respiró. Esa noche durmió en el taxi. Dormir es una manera de decir. Volvió una y otra vez sobre lo que se habían dicho. Le preocupaba más lo de él, que las barbaridades que gritó su señora. Hasta se había sorprendido en el momento en que las pronunciaba. Escuchando decirlas una y otra vez, vencido por la repetición durmió algunos minutos.

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Sin embargo, días atrás el Joven había dicho algo parecido. Un comentario al que quizás está dirigido el de Borja. Pero la distancia temporal, el trabajo diario del olvido, anulan la posibilidad de articular esta correspondencia. Un salto que la literatura viene a salvar, en este diálogo imposible. A mí me pasaba lo mismo cuando no se me paraba. Antes de hacerlo, sabía que no podía. Cuando estaba en la acción, no podía actuar porque sabía, eso, que no podía. Estambuliàn, mi doctor, me recetó unas pastillas.
El mundo es ese rumor que confirma la propia existencia.


Viene uno con el auto, un problema. Se tiñe, las dificultades para mantener la càscara de hombre.
Le llama la atención el anillo de Edgardo. Como el anillo acentúa su masculinidad. Se le ocurrió una idea estúpida y perturbadora. Si tuviese que dejarse penetrar por alguien, sólo dejaría que Edgardo lo hiciera.
La reuniòn. El saber prestado de mecànica tomado de los talleres.Uno que tiene anillos, parece una mina de tan hombre.
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Recuerda que a su padre le gustaba decir que los hombres son un cuadrado. Están apoyados en cuatro puntos, por eso de un hombre hay que saber:
Si coge
Si tiene trabajo
Si fuma
y
Si tiene auto.


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Escuchan la música fuerte y piensan que son los pibes del delivery.


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Aunque bromee con lo del asiento, para César no es del todo chiste. Después de una fuerte pelea con su señora, decidieron demasiado rápidamente separarse. César juntó algo de ropa y se fue sin despedirla ni a ella ni a su hijo. Las horas siguientes manejó y fumó, a veces respiró. Esa noche durmió en el taxi. Dormir es una manera de decir. Volvió una y otra vez sobre lo que se habían dicho. Le preocupaba más lo de él, que las barbaridades que gritó su señora. Hasta se había sorprendido en el momento en que las pronunciaba. Escuchando decirlas una y otra vez, vencido por la repetición durmió algunos minutos.

el taxista lleva a una adolescente ensangrentafa



CÒMO LOGRA LO PÙBLICO ARTICULAR GRUPO, ARMAR LAZO: el diálogo se da entre los cuatro relatos- EN EL LUGAR DEL DESCANSO, LA DISTRACCIÒN QUE TRACCIONA LA IMAGINACIÒN-Esa zona de la ciudad centroamericana paseada por turistas. De piel blanca y reblanquecida por los protectores solares cuya aplicaciòn aconsejan las guìas.-Belgrano, la ciudad de virreyesIuri, vestido como un profesor de educaciòn fìsica. Ucrania-tachero que està despierto muchas horas, para ganar lo de antes (èl decidìa cuando prender el reloj) ahora tiene que andar todo el dìa-es propietario o no-los paseaperros-pasear a la clase media sin serlo- grupo nocturnos de adolescentes que van a fumar porro-los delivery, van a hacer tiempo-¡còmo un grupo contingente, que reune un oficio, logra articular un grupo-la edad de los objetos de la plaza (què gobierno puso las hamacas, la arena-SON NÒMADES-El trabajo produce hasta el descanso. La lectura como lugar de descanso, còmo el trabajo de otros puede devenir descanso para otros. descanso de ciertas relaciones que impone lo real. La crìtica entiende la lectura como trabajo.-Descansar en la plaza (delivery, leyendo) de màs difìcil articulaciòn. La velocidad y la fragilidad de la moto les habìa dado el apetito por correr riesgos. Màs dificultadesRELATO1) TAXISTA, NÒMADE, VIVE EN EL TAXI2) EN LA ESPALDA DE LA PLAZA, SU HIJO FUMA PORRO, ven a las vejetas que salen del gimnasio y las chicas lindas que no les dan bola3) EL PASEAPERROS LE VENDE PORRO (taxiboy y dealer). Relato de la mujer, la vejeta5) EL CUIDACOCHES, el que mira. POr la apropiaciòn de un capital pùblico, la calle.4) el niño en la calesitaUna escritura en la clandestinida. Condiciones d eproducciòn, robo. EScribir en el trabajo, hacer trabajar el ocio que produce el trabajo.

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