lunes

Impostergable



Lo sé ni bien la veo con el otro. Detrás del vidrio, sus ojos cerrados y bocas comerciando un beso. En adelante, sólo la trama de una venganza podrá soportar mi nombre. Lo acepto como se acepta una condena. Una injusticia irreparable para el corazón, es para el bocho, la excusa perfecta para proliferar en sus laberintos. Sin bajarme siquiera de la moto, acelero fuerte hasta cambiar de barrio. Lo sé, si de mi creatividad depende la postergación eterna de esta anécdota en un relato, su escritura es lo único que no puede demorarse.
Mientras avanzo las cuadras, Malabia giro en Castillo doblo para Warnes al fondo y agarro Honorio Pueyrredón, intento reconstruir la imagen. Capturar cada detalle, ahí sospecho más verdades y será el armado sobre el que volveré hasta pulverizarlo. Ropa, la de siempre. Un pantalón ancho, hindú por no decir hippie, que le regalé yo. Él tiene una campera negra ¿de cuero?. Parecida a la mía creo. El pantalón es de jean. Es más alto y tiene el pelo más corto. Pero donde se espesa el odio, donde depositaría una y otra vez una y otra piña hasta deformarla como a una latita es en la cara de ella.


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